16/10/09

02 CIRCO 2004.122

HUELLAS MATERIALES E IMPRESIONES INDELEBLES
Esto es un dibujo de una niña de cuatro años. Es su actuación en el colegio. Sin duda “la suya”, ya que el dibujo es posicional. La línea de puntos son ellos en escena y es a la vez el punto de vista del dibujante y del actor en este caso. Luego están los puntos, indiferenciados, recogiendo con precisión la percepción de los mismos desde el escenario, los espectadores, claro. La densidad con que se agrupan es a su vez la representación del espacio, el patio de butacas, más pautado y, finalmente, el saturado y abigarrado pasillo. Ahora, después de observar la evolución de múltiples casos, sabemos que al principio, casi cuando empezamos a tener un cierto dominio sobre lo que la mano hace, las personas dibujamos abstracciones. Quizá sea por adecuar el esfuerzo a los medios, quizá porque nos queda grabado lo que hace únicas a las cosas. Cuando observamos cualquier traza de la acción del hombre, al igual que en el dibujo, nos situamos respecto a ella, y sin duda la vemos a través de nuestra propia memoria proyectada en esas huellas. La filtramos a través de nuestros intereses vitales. Las huellas de nuestras acciones en la naturaleza son la memoria de nuestras vidas, contienen multitud de datos que nos desvelan múltiples rasgos de aquellas. Pero tenemos la libertad de tomar posición ante ellas, y el tiempo o la distancia nos da otra mirada, de modo que la cercanía o el alejamiento nos permiten abstraer organizaciones y sistemas de orden diferente. En ese momento empezamos a dar forma a una realidad nueva y futura porque todavía no existe en ninguna parte más que vagamente, en nuestro pensamiento. Su disposición constituye otra huella a su vez, los diversos estratos introducen el orden en el tiempo, las permanencias... Si la memoria sólo es una, sin duda aparece con muchas caras diferentes. A qué está vinculada varía según el caso y la persona y a veces es misteriosa. Un niño no tiene palabras pero ya posee las formas y los gestos. Los adultos tenemos las palabras, pero nos gustaría poder conocer objetos sin nombre. Hablan los gestos, comunican las acciones, y quedan impresiones y huellas. En el aire, en la tierra, en la cadena que formamos los hombres. Es evidente que a ese diálogo con nuestros sentimientos, con nuestro modo de ver las cosas, nos enfrentan los artistas con sus propuestas. En la arquitectura, independientemente del uso para el que fue construida, de las ideas que la generaron, las vidas y las miradas que van pasando sobre ella establecen distintas conversaciones que la hacen diferente cada vez sin que su realidad material (forma) cambie aparentemente. Podríamos decir que hay un determinado momento en el que se independiza, que tiene vida propia, y pasa a ser una forma material con unas determinadas cualidades autónomas de la mirada. De pronto te sorprende con cualidades o... que no se habían pensado, ni siquiera imaginado, y que son la consecuencia de otra mirada, de otra forma de vivirla o de otro tiempo. Para los arquitectos, sin duda el problema de la forma ronda nuestro trabajo en todas las fases del proyecto. Y conseguir mecanismos de lanzamiento para abordar lo desconocido es un deseo. Hoy, quizá más que nunca, la mirada de los arquitectos se dirige a través del tiempo, en múltiples direcciones, con la confianza de poder elegir el sentido de nuestra mirada, y ver a través de la abstracción, objetos, sistemas, organizaciones, etc. que podamos incorporar a nuestro trabajo. Los criterios que en cada época se establecen son
diferentes, pero sin duda aquellos fundados en lo que el tiempo confirma específico de la arquitectura, dan lugar a resultados que mantienen su interés de referencia a lo largo del tiempo. La arquitectura es tozuda y conversa sobre aquello que le es propio mas allá del papel que se le quiera adjudicar en el momento de su producción. Por eso y aún vinculada a la memoria de la función que la generó, la trasciende y es vuelta a ver con otros valores e intereses, por generaciones distantes a aquella que la creó. Que cuenta muchas cosa es obvio, y distintas según el punto de vista. Por ejemplo a ojos de un arqueólogo, unas cuantas piedras, con una cierta estructura y las huellas del uso, es un libro abierto sobre vidas que pasaron por ella. Quizá el problema es de entendimiento, o de presuponer en que lenguaje nos debe hablar. En una conversación se produce un intercambio de ideas, de abstracciones de la realidad que permiten (o intentan) condensar conceptos (sensaciones, inseguridades, certezas...) Una conversación a veces te abre los ojos a cosas que antes no habías mirado ahí, de pronto se abre una ventana nueva que te permite ver el mundo desde otro punto de vista. La arquitectura conversa, acompaña y de estas conversaciones que establecemos con ella van quedando
huellas, también en nosotros, a través de las cuales podemos generar nuevas realidades porque han dejado abiertas nuevas ventanas a través de las que mirar. Se trata de aprender a ver, pues una vez encontrado un concepto o sistema puede tomar infinitas formas y formas semejantes construir distintos conceptos. De alguna manera precipita experiencias de nuestro bagaje cultural y las acoge en un momento y lugar concretos. Y aun siendo enormemente instrumental poder entender las ideas que dieron lugar a las diversas arquitecturas, éstas, como presencias abstractas, generan mecanismos y asociaciones que nos hacen verlas a través de nuestro entendimiento del mundo, transformándolas en nuevas realidades, en nuevas formas donde queda del pasado algo que sin duda es específico y esencial a él, pero que pasa por el filtro que cada generación establece, pues la arquitectura surge de nuestras vidas. Y como si de una bolsa se tratara, suben y bajan valores, y se adscriben o desertan sensibilidades, al hilo del sentir de los tiempos. En el aprender a ver en que hoy estamos inmersos, hace ya tiempo que algunos creadores nos mostraron “la otra mirada”, y es más que una intuición el que las arquitecturas están presentes en el mundo a través de la mirada, que es la que las hace “reales”, y el que cada uno buscamos afanosamente encontrar la nuestra. Y así, surge de una palabra, de la silueta de un ave en vuelo, de un paño plegado, de las manos que hacen, ...de aquello de lo que uno ve sobre lo que el otro le muestra,... aquello de “son imaginaciones suyas”. Y en la cadena de miradas sin fin, y como suele suceder en los instantes mágicos, se produce un destello fugaz, y un sencillo dibujo infantil, que nos hace ver, como nuestros, dibujos diagramáticos de otras arquitecturas, y entender la intención y cualidad de los espacios en ellos representados.
Guadalupe Piñera y Jesús Irisarri, Vigo 2004.