HUELLAS MATERIALES E IMPRESIONES INDELEBLES
Esto es un dibujo de una niña de cuatro años. Es su
actuación en el colegio. Sin duda “la suya”, ya que el
dibujo es posicional. La línea de puntos son ellos en
escena y es a la vez el punto de vista del dibujante y del
actor en este caso. Luego están los puntos,
indiferenciados, recogiendo con precisión la percepción de
los mismos desde el escenario, los espectadores, claro. La
densidad con que se agrupan es a su vez la representación
del espacio, el patio de butacas, más pautado y,
finalmente, el saturado y abigarrado pasillo.
Ahora, después de observar la evolución de múltiples casos,
sabemos que al principio, casi cuando empezamos a tener un
cierto dominio sobre lo que la mano hace, las personas
dibujamos abstracciones. Quizá sea por adecuar el esfuerzo
a los medios, quizá porque nos queda grabado lo que hace
únicas a las cosas.
Cuando observamos cualquier traza de la acción del hombre,
al igual que en el dibujo, nos situamos respecto a ella, y
sin duda la vemos a través de nuestra propia memoria
proyectada en esas huellas. La filtramos a través de
nuestros intereses vitales.
Las huellas de nuestras acciones en la naturaleza son la
memoria de nuestras vidas, contienen multitud de datos que
nos desvelan múltiples rasgos de aquellas. Pero tenemos la
libertad de tomar posición ante ellas, y el tiempo o la
distancia nos da otra mirada, de modo que la cercanía o el
alejamiento nos permiten abstraer organizaciones y sistemas
de orden diferente. En ese momento empezamos a dar forma a
una realidad nueva y futura porque todavía no existe en
ninguna parte más que vagamente, en nuestro pensamiento. Su
disposición constituye otra huella a su vez, los diversos
estratos introducen el orden en el tiempo, las
permanencias...
Si la memoria sólo es una, sin duda aparece con muchas
caras diferentes. A qué está vinculada varía según el caso
y la persona y a veces es misteriosa. Un niño no tiene
palabras pero ya posee las formas y los gestos. Los adultos
tenemos las palabras, pero nos gustaría poder conocer
objetos sin nombre.
Hablan los gestos, comunican las acciones, y quedan
impresiones y huellas. En el aire, en la tierra, en la
cadena que formamos los hombres.
Es evidente que a ese diálogo con nuestros sentimientos,
con nuestro modo de ver las cosas, nos enfrentan los
artistas con sus propuestas.
En la arquitectura, independientemente del uso para el que
fue construida, de las ideas que la generaron, las vidas y
las miradas que van pasando sobre ella establecen distintas
conversaciones que la hacen diferente cada vez sin que su
realidad material (forma) cambie aparentemente.
Podríamos decir que hay un determinado momento en el que se
independiza, que tiene vida propia, y pasa a ser una forma
material con unas determinadas cualidades autónomas de la
mirada.
De pronto te sorprende con cualidades o... que no se habían
pensado, ni siquiera imaginado, y que son la consecuencia
de otra mirada, de otra forma de vivirla o de otro tiempo.
Para los arquitectos, sin duda el problema de la forma
ronda nuestro trabajo en todas las fases del proyecto. Y
conseguir mecanismos de lanzamiento para abordar lo
desconocido es un deseo.
Hoy, quizá más que nunca, la mirada de los arquitectos se
dirige a través del tiempo, en múltiples direcciones, con
la confianza de poder elegir el sentido de nuestra mirada,
y ver a través de la abstracción, objetos, sistemas,
organizaciones, etc. que podamos incorporar a nuestro
trabajo. Los criterios que en cada época se establecen son
diferentes, pero sin duda aquellos fundados en lo que el
tiempo confirma específico de la arquitectura, dan lugar a
resultados que mantienen su interés de referencia a lo
largo del tiempo.
La arquitectura es tozuda y conversa sobre aquello que le
es propio mas allá del papel que se le quiera adjudicar en
el momento de su producción. Por eso y aún vinculada a la
memoria de la función que la generó, la trasciende y es
vuelta a ver con otros valores e intereses, por
generaciones distantes a aquella que la creó.
Que cuenta muchas cosa es obvio, y distintas según el punto
de vista. Por ejemplo a ojos de un arqueólogo, unas cuantas
piedras, con una cierta estructura y las huellas del uso,
es un libro abierto sobre vidas que pasaron por ella.
Quizá el problema es de entendimiento, o de presuponer en
que lenguaje nos debe hablar.
En una conversación se produce un intercambio de ideas, de
abstracciones de la realidad que permiten (o intentan)
condensar conceptos (sensaciones, inseguridades,
certezas...)
Una conversación a veces te abre los ojos a cosas que antes
no habías mirado ahí, de pronto se abre una ventana nueva
que te permite ver el mundo desde otro punto de vista.
La arquitectura conversa, acompaña y de estas
conversaciones que establecemos con ella van quedando
huellas, también en nosotros, a través de las cuales
podemos generar nuevas realidades porque han dejado
abiertas nuevas ventanas a través de las que mirar.
Se trata de aprender a ver, pues una vez encontrado un
concepto o sistema puede tomar infinitas formas y formas
semejantes construir distintos conceptos.
De alguna manera precipita experiencias de nuestro bagaje
cultural y las acoge en un momento y lugar concretos.
Y aun siendo enormemente instrumental poder entender las
ideas que dieron lugar a las diversas arquitecturas, éstas,
como presencias abstractas, generan mecanismos y
asociaciones que nos hacen verlas a través de nuestro
entendimiento del mundo, transformándolas en nuevas
realidades, en nuevas formas donde queda del pasado algo
que sin duda es específico y esencial a él, pero que pasa
por el filtro que cada generación establece, pues la
arquitectura surge de nuestras vidas.
Y como si de una bolsa se tratara, suben y bajan valores, y
se adscriben o desertan sensibilidades, al hilo del sentir
de los tiempos.
En el aprender a ver en que hoy estamos inmersos, hace ya
tiempo que algunos creadores nos mostraron “la otra
mirada”, y es más que una intuición el que las
arquitecturas están presentes en el mundo a través de la
mirada, que es la que las hace “reales”, y el que cada uno
buscamos afanosamente encontrar la nuestra.
Y así, surge de una palabra, de la silueta de un ave en
vuelo, de un paño plegado, de las manos que hacen, ...de
aquello de lo que uno ve sobre lo que el otro le
muestra,... aquello de “son imaginaciones suyas”.
Y en la cadena de miradas sin fin, y como suele suceder en
los instantes mágicos, se produce un destello fugaz, y un
sencillo dibujo infantil, que nos hace ver, como nuestros,
dibujos diagramáticos de otras arquitecturas, y entender la
intención y cualidad de los espacios en ellos
representados.
Guadalupe Piñera y Jesús Irisarri, Vigo 2004.